El final de la Guerra Civil supuso un corte radical
para la cultura española. España quedó partida en dos: parte de los españoles
tuvieron que huir del país, y buena parte de las personas que se quedaron en el
país fueron encarcelados o estaban aterrados. El porcentaje de intelectuales
que marcharon al exilio fue muy grande. El porcentaje de las personas
encarceladas que pertenecían al sector de la educación o la cultura también fue muy grande. Los
maestros fueron vistos como los grandes enemigos por haber introducido en el
país ideas laicas.
Desde el punto de vista literario durante 15 o 20 años
hubo dos literaturas españolas: la de la España del exterior y la de la España
del interior. La gran literatura española de esta época se hace desde fuera del
país, por autores como Ramón J. Sender o Juan Ramón Jiménez. Muchos de los
escritores que habían huido a Francia se encontraron allí con la Guerra, por lo
que marchan a América. Este exilio se concentra fundamentalmente en dos países:
México y Argentina. Algunas de las principales editoriales de estos dos países
fueron creadas por españoles, concretamente las editoriales ---
Esta España del exterior tienen los días contados ya
que muchos mueren o regresan a España. En los años finales el franquismo muchos
escritores exiliados regresan a España.
Termina la Guerra Civil y los vencedores son
conscientes de que han ganado la guerra pero han perdido la batalla de la
propaganda exterior, ya que otros países siguen simpatizando con los republicanos.
Hay una decidida voluntad por parte de algunas personas del régimen de reanudar
la vida literaria. Se da la paradoja de que después del franquismo, de dura
censura, hay mucho apoyo a la literatura, sobre todo en los periódicos, donde
aparecerán muchas publicaciones literarias. Los periódicos publicaban mucha
literatura pero esta era de carácter oficial, no reflejaban la realidad del
momento.
Juan Aparicio se dedicaba a publicar muchas revistas
literarias. De estas revistas que se crean la principal es La Estafeta
Literaria, una revista que continua hasta los años 80, con algunos cambios en
el título. Esta revista quiere ser la réplica de la gran revista literaria de
antes de la Guerra: La Gaceta Literaria. La Estafeta Literaria era una revista
muy atractiva físicamente (grande, a color, sin publicidad, textos, cuentos…).
Esta revista también da mucha importancia a las tertulias literarias (un
intento del régimen también fue recuperar las tertulias literarias).
Otras revistas de la época que no tuvieron tanto éxito
fueron El Español y Fantasía. Todas las revistas en este momento tenían que
tener un carácter oficial (el permiso del régimen), aunque también hubo dos
revistas relativamente al margen del régimen y que tuvieron mucha importancia
para la poesía: Espadaña y Garcilaso. La poesía en estos años se manifestó a
través de las revistas; los nuevos poemas se formaron y se dieron a conocer en
revistas literarias. Detrás de la revista Garcilaso estaba el grupo de la
Juventud Creadora, cuyo poeta más activo era José García Nieto (Oviedo 1914).
La revista Espadaña tenía como poeta muy destacado a Victoriano Cremer.
Muchos o varios de los escritores que comienzan a
destacar en la España franquista habían estado encarcelados, por lo que
intentaron encubrir su verdadera ideología y se adaptaron al régimen.
Victoriano Cremer había estado encarcelado durante la República.
Desde el punto de vista estético la diferencia que hay
entre estas publicaciones son las siguientes:
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La revista Garcilaso toma su nombre como homenaje a Garcilaso de la Vega. Después de la Guerra
Civil Garcilaso de la Vega será un gran representante para los escritores
adeptos al régimen. Garcilaso escribía una poesía clara frente al
“retorcimiento” Gongorino. En estos años 40 se producirá una vuelta al soneto
(García Lorca o Miguel Hernández).
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La revista Espadaña tenía una serie de autores que se identificaban con el existencialismo.
Reivindican como poeta a César Vallejo, poeta angustiado, humano.
Estas dos revistas mantienen una relación polémica. En
la revista Garcilaso estaba vinculado el cura González de Lama, persona muy
culta. Eugenio de Nola, al frente de la revista Espadaña, será un gran rival.
La revista Garcilaso estaba financiada por el régimen,
mientras que la revista Espadaña fue censurada tras un poema de Blas de Otero.
En Espadaña vemos el origen de lo que será la poesía
social de los años 50. El resurgir de esta poesía también será gracias a la
publicación de dos libros: Hijos de la
ira de Dámaso Alonso y Sombra del
paraíso de Vicente Aleixandre. La poesía social plantea una revolución
estética, pretende reflejar el lenguaje y los poemas de la calle.
La poesía social, en primer lugar, no era una poesía
política, pero en un sentido estético si lo era, ya que utilizaba el lenguaje
coloquial; trataba de reflejar los poemas de la gente. El nombre más
significativo de esta poesía fue Gabriel Celaya, poeta que venía de la España
de la República, había vivido en la Residencia de Estudiantes y había publicado
un libro surrealista. Tranquilamente
hablando es uno de sus libros más importantes. Celaya trae una poesía
cotidiana, de todos los días, toda una revolución estética para el momento.
Junto a Celaya estaba Blas de Otero, poeta muy ortodoxo, de poesía religiosa.
Sus primeros libros demostraron que era un maestro del soneto. Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia son dos de sus
libros. Al afiliarse al partido comunista derivará su obra en Pido la paz y la palabra.
De los poetas que surgen de la Guerra Civil el más
destacado y admirado es José Hierro. Acababa de salir de la cárcel cuando le
concedieron el premio Adonais. Al salir de la cárcel colaboró con el régimen,
no tenía militancia política. Sus maestros habían sido los modernistas, por lo
que tenía una gran formación estética.
La oposición a la poesía social se manifiesta en un
grupo de la ciudad de Córdoba, que en los años 40 habían formado la revista
Cántico. Los poetas que formaban esta revista eran Pablo García Baena o Julio
Mente. Su inspiración era la Generación del 27, por lo buscaban una poesía más
hedonista, con una gran perfección retórica. En esta revista se publica el
primer poema de homenaje a Luis Cernuda, que estaba comenzando a ganar
protagonismo ya que en su generación se había sentido marginado.
Pablo García Baena, como todos los poetas de Cántico,
tiene una etapa doble, con una renovación estética debida a un cansancio de la
poesía social. Durante los años 70, los poetas novísimos, reivindicarán como
sus maestros a los poetas de la revista Cántico.
Otra de las revistas de esta época son los Cuadernos
de Ágora, que tenía un modelo muy similar al resto de revistas de esta época:
publica una primera parte de poemas, otra parte dedicada a traducción, una
sección que publicaba reflexiones sobre la poesía de autores clásicos y
contemporáneos, un manuscrito de Luis Rosales, algún cuento de Lauro Olmo, y al
final una parte de crítica de libros.